El serio peligro que corre la isla de Tenerife, presa de la Agenda 2030, traicionada por las élites locales.
Paseaba hace unos días por el precioso casco histórico de San Cristóbal de La Laguna —declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad en 1999—, antaño capital de la isla de Tenerife. Muy cerca te puedes dar un paseo por lugares como el Camino Largo o la Vega Lagunera, entre palmerales, eucaliptos y álamos. Porque La Laguna, como tantos otros municipios isleños, penetra en el campo, es parte de él. Sientes el sabor de lo rural, del monte, en su atmósfera. Disfrutaba del paseo recordando otros paseos de tiempos atrás, más joven, más ingenuo, incapaz de imaginar entonces el distópico presente que nos ha tocado vivir.
Es el entorno lagunero un tesoro para quienes, como yo, huyen de la urbe deshumanizada, asfixiante, descolorida. En apenas unos minutos en coche te hallarás en el bosque de laurisilva del Monte de Las Mercedes, un paraíso beneficiado por los vientos Alisios. Quizá, al penetrar en él creas discurrir por donde habitan hadas y unicornios y todo ser propio de un lugar encantado. Natura en su esplendor. Laureles, viñátigos, barbuzanos, tilos, paloblancos, mocanes, naranjos salvajes, adernos, fayas, brezos y acebitos; lianas gibalberas enredadas entre las ramas de los árboles; helechos bajos, como alfombras que levitan; los hongos entre raíces que escapan de la tierra; musgos esponjosos en troncos y ramas señalando el norte; líquenes rojos, amarillos y naranjas en las piedras húmedas, como pinceladas arrebatadas al lienzo, para hacer más colorido el hábitat del pinzón azul.
Paseaba, decía, por las viejas calles de San Cristóbal de La Laguna, aún en libertad… ¿Hasta cuándo? Y miré al cielo. El gris no eran nubes cargadas de agua benefactora —a esas las matan cada día, desde las alturas, fumigando químicos que las rompen evitando la lluvia y envenenado la tierra—; aquel gris enrojecido era el humo procedente de los fuegos que asolaban gran parte de la masa forestal de nuestra isla.
Dos semanas ardió España, en los montes tinerfeños. A las 23’30h del 15 de septiembre se inició el fuego en las cumbres de los municipios de Candelaria y Arafo. Desde la costa se vio el fuego. La noche permitió observar multitud de focos a lo largo de la cordillera, y desde la misma costa un vecino dio la voz de alarma. Un fuego criminalmente provocado. Se unieron el crimen y la inoperancia —¿la inoperancia calculada?— de las autoridades incompetentes, esas que hacen de portavoz permanente de las apocalípticas consecuencias del cambio climático causado por la irresponsable mano del hombre. Esas mismas autoridades secuaces de los urdidores de la Agenda 2030, la que dicta que hay que acabar con, al menos, el 40% de la producción agrícola y ganadera de España (de Europa) para que desde África, especialmente Marruecos, nos llegue el producto agrícola que hasta hace poco se producía en Canarias, Murcia, Almería y tanto suelo patrio más. Perderemos los españoles reduciendo nuestra soberanía alimentaria de forma irresponsable, amén de ¿cuántos puestos de trabajo? Y ganarán las mafiosas élites financieras que manejarán esa agricultura saturada de fitosanitarios prohibidos en el Viejo Continente, por el bien de nuestra salud. Los mismos que pretenderán que dejemos la carne a un lado y comamos los gusanos que ellos nos venderán, además de la carne artificial en la que introducirán vete tú a saber qué. Dicen que un tal Thomas Robert Malthus (1766-1834), británico genocida de vocación, valga la redundancia, estará de fiesta allá donde se encuentre.
Diez días de llamaradas devorando nuestros montes y zonas agrícolas acabó con 15.000 hectáreas de la masa forestal de Tenerife: 22.000 campos de futbol. Estremece imaginar la dimensión. Tesoros de nuestra isla como Las Raíces, Las Lagunetas y parte del parque Nacional del Teide fueron pastos de las llamas. Hoy son ceniza. Tierras de cultivo y monte de los municipios de Candelaria, Arafo, El Rosario, El Sauzal, Fasnia, Güímar, La Matanza, La Orotava, Los Realejos, La Victoria, Tacoronte y Santa Úrsula son hoy tierra quemada. 12.000 personas fueron evacuadas ante el peligro de que las llamas alcanzaran sus casas.
Tuvo el fuego de los pirómanos aliados evitables como la pinocha a montañas, las ramas y matorral secos que las autoridades prohíben, desde hace décadas, retirar a los que habitan y conocen las zonas rurales, como prohíben que los rebaños de cabras limpien a bocados esa hojarasca y secos matorrales, alimento para ellas y eliminación de letal combustible. Han convertido los nefastos burócratas en infierno el monte y la vida de nuestros agricultores y ganaderos, con normativas inaceptables, en gran parte, por insensatas, por ineficaces, por ser piedras en el camino para cualquier iniciativa rural. Y para más sangre, amén de la ausencia de una base de hidroaviones y helicópteros necesarios, yo me pregunto ¿quién debe pagar ante un tribunal de justicia que el Cabildo tinerfeño renunciara en 2021 a un plan de prevención de incendios forestales financiado por la Unión Europea?
Se destruyen presas a la vez que se anuncia una sequía digna del fin del mundo. Una vez más, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, como fiel sicario de quienes se han propuesto asesinar España, cumple con la misión asignada. Se evitan lluvias con las consabidas fumigaciones y se queman los pinares y los campos de cultivo. Así se abren los espacios para instalar cientos de miles de hectáreas de molinos aerogeneradores y placas de energía fotovoltaica, sin renunciar a la extorsión a los propietarios de las tierras deseadas a tal efecto. Y por supuesto hay que acabar como sea con el terrible metano que expiden las vacas con sus flatulencias. ¿Quién iba a pensar que una vaca fuera tan dañina para la salud de la Madre Tierra?
Pero no es esta sola la triste realidad. A Tenerife, y por tanto a cada tinerfeño, a España entera, se le amenaza con clavar en sus entrañas otro aguijón envenenado: la ejecución del proyecto Tenerife Smart Island (Tenerife Isla Inteligente). Destino turístico inteligente. Un enunciado más bañado de eufemismo, como lo son los 17 objetivos de la criminal Agenda 2030: «No tendrás nada y serás feliz», reza en la portada de su página web. Es más, «Bienvenidos a 2030. No tengo nada, no tengo privacidad y mi vida nunca ha sido mejor», remató Ida Auken, ex ministra de Medio Ambiente de Dinamarca, hoy fiel servidora de Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial, junto con Naciones Unidas y la OMS fundamentales portavoces y ejecutores de los planes globalistas. Entre otras cosas, el objetivo del proyecto Tenerife Isla Inteligente requiere que la mayor parte (al menos) de la energía que consuma la isla sea generada a través de aerogeneradores y placas solares, que ocuparán una extensión enorme (ya se ve en al sur de la isla la invasión de los enormes molinos que matan a cientos de aves sin que alguna ONG ecologista alce la voz). Será el principio de la implantación de espacios de 15 minutos, ciudades, pueblos, barrios. El desplazamiento de la ciudadanía por la isla con libertad será suspendido. El parque nacional del Teide sólo podrá ser visitado cuando se dé permiso según las listas de espera, el acceso será parte del negocio turístico, en contra de la libertad de los residentes. Valga esta circunstancia como ejemplo. El tinerfeño vivirá a merced de las pretensiones de los grandes emporios que manejan el turismo, cuyo fruto caerá en el saco de los poderosos, que repartirán sus treinta monedas a cada político, burócrata, técnico, traidor a su tierra y a sus paisanos. Y hablando de traidores a su tierra y a sus gentes, fue el Cabildo de Tenerife quien en 2016 inició esta carrera de Tenerife Isla Inteligente, porque traidores son sus autoridades, sus burócratas y técnicos los que han impedido que los cortafuegos estuviesen limpios de vegetación y la pinocha pudiera recogerse; las mismas autoridades políticas, burócratas y técnicos que se ocupan de amargar la existencia, reitero, de nuestros agricultores y ganaderos con normativas y prohibiciones perniciosas y sanciones económicas abusivas.
La calle nos espera como ciudadanos con el derecho y la obligación a defender nuestra libertad, y la moral nos ampara para que ejerzamos en su momento, que ya toca a la puerta, la más que lícita desobediencia civil.