En España la ocasión tuvo lugar cuando la caída de la dictadura de Miguel Primo de Rivera dio entrada a la II República. El primer bienio ayudó a cimentar una república de tipo laico, muy agresiva contra la Iglesia, por ausencia de una derecha relevante en el parlamento. La necesidad de crear un discurso ideológico alternativo que sirviese de caldo nutricio para una organización derechista, creo la ocasión de fundar un laboratorio de ideas similar a lo que había sido Acción Francesa en el país vecino.
Charles Maurras había formado una asociación, una revista y una editorial que se habían convertido en un laboratorio de ideas que ganaba adeptos por toda Europa y América Hispana. De esta forma, Acción Española se inspiró en Jaime Balmes, Juan Donoso Cortés, Marcelino Menéndez Pelayo, Juan Vázquez de Mella y los escritores neocatólicos del XIX, buscando un discurso dialéctico enraizado con las enseñanzas surgidas de la tradición española y a su vez eludiendo la influencia metafísica del tradicionalismo galo. En esta empresa, Eugenio Vegas Latapié, Ramiro de Maeztu y el marqués de Quintanar formaron la triada dirigente.
Acción Española sirvió como aglutinante de los diferentes sectores ideológicos de la derecha española y consiguió la reunión de un prestigioso equipo de intelectuales, que con sus conferencias, cursillos, artículos y libros pudieron dotar a una generación de estudiantes y universitarios españoles de una argumentación ideológica antirrepublicana. Las ideas que los miembros de Acción Española propugnaban eran una conexión del presente con el pasado imperial. España estaba en decadencia desde la asimilación de los presupuestos ideológicos liberales y debía recobrar la conciencia política de su pasado histórico dotándose de un régimen coherente con él. Este nuevo Estado debía ser heredero de aquel que los Reyes Católicos construyeron como base del futuro imperio español, y respetuoso con los fueros y derechos de las personalidades históricas formantes del reino, elemento integrador de la nación española.
La discusión ideológica se centró en rebatir todas las ideas procedentes de la Revolución Francesa, considerando a 1789. Sobre todo Rousseau era el filósofo más criticado y su concepción del hombre y de la sociedad desmontada con los argumentos proporcionados por el neotomismo de la escuela de Lovaina.
Los hombres de Acción Española eran nacionalistas y fervorosos católicos, y como tales identificaron ambos términos, llegando a considerar sinónimo de buen español al creyente católico, del mismo modo, el republicano fue considerado izquierdista y anticlerical. La religión había sido el engarce unificador de los diferentes pueblos de España y la desaparición de esta cualidad del catolicismo español podía representar el inicio de la disgregación de la nación entre sus fuerzas centrífugas. A partir de julio de 1936, la posibilidad de instaurar el modelo orgánico del Estado Nuevo de Víctor Pradera, y la proyección exterior de la Hispanidad defendida por Ramiro de Maeztu en la Defensa de la Hispanidad, se hará posible con el triunfo del bando nacional durante la Guerra Civil. La revista de Acción Española tendrá dos suscriptores de relieve, el cardenal Gomá y el general Franco.