El partido que defendió a nivel histórico una visión regionalista en una España descentralizada era la Lliga Catalana, formación de centroderecha liderada por Francesc Cambó. La Lliga no estuvo vinculada a los movimientos conspiratorios del 18 de julio, porque los militares no contaban con los civiles más que para labores de apoyo, no de dirección, y los catalanistas no eran bien mirados por su incipiente nacionalismo. No obstante, el dominio ejercido por el anarcosindicalismo de la CNT en Cataluña, provocó la revolución social y la persecución religiosa. Hechos que empujaron a más de 16.000 personas a huir al extranjero y a sufrir el asesinato de unos 400 militantes de la formación política.
La Lliga siempre representó los intereses de la burguesía empresarial barcelonesa, una gran parte de los técnicos, empresarios y economistas catalanes refugiados en Burgos eran cercanos a las ideas de la Lliga. Sin embargo, aunque Cambó se mantuvo en el extranjero ayudando con sus relaciones internacionales y su apoyo económico, su segundo en el partido, Joan Ventosa y Calvell, fue uno de los consejeros económicos de principal relevancia, a nivel privado, en la zona nacional. Su preparación le llevó a ser reconocido como el más apropiado para ocupar un posible ministerio de Economía en el nuevo régimen. Así lo había considerado José Antonio Primo de Rivera, desde la cárcel, en su proyecto de gobierno de salvación nacional. No obstante, su catalanismo jugó en contra de él, al no ser considerada su candidatura para un puesto de gran responsabilidad económica. De esta forma, los monárquicos alfonsinos catalanes ocuparon los puestos, aprovechando su marcado españolismo. No obstante, Joan Ventosa fue quien negoció y consiguió a través de sus amistades francesas la vuelta de 40 ́5 tn de oro y 8 ́4 tn en lingotes y monedas, depositadas por la República en el Banco de Francia
Esta discriminación preventiva hacia los catalanistas provocaba que personas de preparación, como Félix Escalas y Chamení, director del Banco Urquijo Catalán, y de Josep María Tallada, director del Banco Vizcaya en Barcelona, no ocupasen cargos oficiales en la Junta Técnica, ni en el gobierno de 1938. Sin embargo, formaban un eje de intereses junto a los carlistas de la cuerda de Francesc Gambús y Rusca, y Joaquín Bau, e incluso con alfonsinos, como José de Caralt, con quienes formaron un frente unido contra los intentos del falangismo de aprovechar el momento de la guerra, para descabezar a la aristocracia financiera barcelonesa de su poder económico. Con este proyecto, los nacionalsindicalistas pretendían dirigir la economía catalana en fomento de beneficios sociales para las clases populares, que poseían un acendrado españolismo, de signo izquierdista. Sin embargo, falangistas de nuevo cuño, como Aureli Joaniquet, antiguo monárquico, era favorable a la integración en el Movimiento de personas simpatizantes de la Lliga. La postura de los camisas viejas, como Carles Trias, era partidaria de reservarles las actividades culturales, económicas y técnicas, no así las políticas, que quedarían bajo el monopolio de los excombatientes provenientes de pedigree falangista o carlista.
La animadversión que los falangistas sentían por los hombres de la Lliga venía de su nacionalismo y la defensa de un dirigismo económico del Estado, pero el sentimiento era recíproco. Cambó sentía un profundo desprecio por el falangismo y sus hermanos europeos, debido a su carácter “populachero y demagógico”, según sus palabras, contrario al elitismo social de la Lliga.
No obstante, durante la guerra civil los catalanistas destacaron su protagonismo en la escena internacional. En Francia, Joan Estelrich difundió desde la revista “Occident” los posicionamientos ideológicos del bando nacional. Por otro lado, Josep Bertran y Musitu, otro de los lugartenientes de Cambó en la Lliga, con su hijo, numerosos lligistas y algunos mauristas conservadores, fundaron el SIFNE, un servicio de espionaje que actuaba en la zona republicana y que ayudó a numerosos fugitivos a pasar a territorio galo, y de allí a Navarra.
Capitalistas de signo catalanista como Bertrán y Musitu, yerno de Eusebio Güell, una de las mayores fortunas de la ciudad condal, y Joan Ventosa, consejero en compañías, como CHADE, Banca Marsans, Aguas de Reus, Editorial Catalana, Cia. Crédito Bancario, Construc. y pavimentos aconsejaban y negociaban, como en el caso de Ventosa, la vuelta del oro depositado por los republicanos en Francia. En el caso del líder de la Lliga, Francesc Cambó, proporcionó desde el primer momento a las autoridades de Burgos las divisas que los dividendos de sus acciones en el extranjero le proporcionaban para avalar el crédito que el general Franco necesitaba en el exterior.
La discriminación de los hombres de la Lliga a favor de los monárquicos alfonsinos, defensores de posturas más castellanizantes, produjo un abandono del apoyo político en la postguerra, aunque se participase en el económico y en el cultural. Los años sesenta serán el momento propicio en el que los catalanistas volverán a tener un fuerte protagonismo en el régimen.