La celebración del XXXV Congreso Eucarístico Internacional en Barcelona, durante los días 31 de mayo y 1 de junio de 1952, permitió la reunión de dirigentes católicos procedentes de todas partes del mundo. Alfredo Sánchez Bella, como director del Instituto de Cultura Hispánica, pretendió cuajar algo parecido, pero tomando como objetivo la Europa occidental. Para ello aprovechó el Congreso Eucarístico para poder hablar con aquellos conocidos europeos de Pax Romana. Bajo el patrocinio de los ministerios de Educación y AAEE, aprovecho a citarlos para un ciclo de Estudios Europeos en la UIMP (Universidad Internacional Menéndez y Pelayo), que concluyó con la necesidad de crear un organismo internacional que agrupase en defensa de la civilización cristiana de Europa a las personalidades católicas más sobresalientes en política, economía y cultura. La firma del Concordato con la Iglesia en 1953, facilitó enormemente la apertura de contactos con los políticos católicos europeos.
El nuevo organismo será el CEDI (Centro Europeo de Documentación e Información), que como los institutos de Cultura Hispánica y el Hispano- Árabe de Cultura, recibirá ayuda económica del ministerio de AAEE, y después también, del de Información y Turismo y de la Secretaría General del Movimiento. Con Alberto Martín Artajo, el aislamiento había permitido la floración de alternativas a la diplomacia, pero con José María Castiella, llegó el restablecimiento oficial de las relaciones cordiales con el mundo libre, y el intercambio de embajadas, pasando a un segundo nivel las anteriores relaciones culturales. El CEDI perdió protagonismo oficial, pero pronto buscaría su relevancia en la formación de una especie de internacional conservadora, mantenida económicamente por España. La Sección española del CEDI estuvo formada por gente de un profundo perfil católico como José María Cordero Torres, Gonzalo Fernández de la Mora, Manuel Fraga, Jesús Fueyo, José María García Escudero, Antonio García de Pablos, Pedro Gómez Aparicio, Enrique Martín, Alberto Martín Artajo, Alfonso Osorio, Florentino Pérez Embid, Blas Piñar, Joaquín Ruiz Giménez, Alfredo Sánchez Bella, Federico Silva, Marqués de Valdeiglesias y Fermín Zelada. La mayoría de los congresos internacionales del CEDI se realizaron en el marco incomparable del monasterio agustino de San Lorenzo de El Escorial, aunque tuvo sus oficinas en Madrid, Munich y Bruselas. Su primer Secretario General fue el marqués de Valdeiglesias, prohombre de la fenecida asociación Acción Española, del periodo republicano, anterior a la Guerra Civil.
A diferencia del ICH y del IHAC, el CEDI tomó una dimensión de internacional conservadora de cristianos, donde también podían ser miembros políticos evangélicos y ortodoxos, que quisiesen aunar una Europa cristiana de las naciones, en la línea marcada por el Tratado de Roma. En 1957 será elegido como presidente, el Archiduque Otto de Habsburgo; como vicepresidentes, el ex ministro Alberto Martín Artajo; el francés, conde de la Noe y el alemán, príncipe de Waldburg; como tesorero, el belga, conde de Limburg-Stirum y como secretario general, el marqués de Valdeiglesias. En 1961, el archiduque Otto de Habsburgo pasó a la presidencia honoraria, mientras que Alfredo Sánchez Bella se ocupó de la sección española.
A nivel internacional, la relevancia se la llevaron alemanes y franceses. A partir de la llegada al poder del general Charles De Gaulle, el militar galo fue quien supo utilizar el CEDI como un camino de encuentro con los elementos más conservadores de la CDU alemana, principalmente la CSU bávara del carismático líder, Franz Josef Strauss. El proyecto español se convirtió en europeo, pero careció de función cultural, transformándose en un centro aglutinador de los elementos más conservadores de la Europa occidental, que preferían marcar sus diferencias con los democristianos, pero favoreció las reivindicaciones españolas con los países integrantes en la CEE al organizar a los lobbies proespañoles. Con la llegada de la democracia, el CEDI dejó de recibir ayudas económicas y Adolfo Suárez lo clausuró, poco tiempo después Ronald Reagan, Jacques Chirac y Margaret Thatcher refundarán una organización similar en 1983, la Unión Democrática Internacional, pero sin ningún peso por parte de España, eliminando el mensaje civilizador cristiano de su organismo, y poniendo su idea fuerza en la aplicación de las políticas neoliberales económicas y políticas que iniciarán el proceso de destrucción de los estado de bienestar.