El pasado 8 de noviembre de 1517, los lectores de un diario nacional se sorprendían con la lectura de una esquela. Tenía todas las características formales de este tipo de publicación, pero lo llamativo era el difunto a quien se pretendía rendir homenaje… quinientos años después de su muerte. Se trataba nada menos que del Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, y bajo el nombre aparecían todos los cargos y títulos que había recibido en vida, y que dejan muy por debajo a tantos prohombres de la historia de España.
Y es que el Cardenal Cisneros, al que se han dedicado diversas conmemoraciones en el V centenario de su fallecimiento, fue uno de los hombres más poderosos de su tiempo. El hispanista francés, Joseph Pérez, llega a compararlo con el mismísimo Richelieu, y en la comparación saldría ganando el castellano. Fue “el hombre fuerte” de Castilla en el tránsito del siglo XV al XVI, y por tanto protagonista de la construcción y asentamiento del Estado Moderno, proceso al que contribuyó desde diferentes ámbitos: político, religioso y cultural.
Es muy interesante destacar que Cisneros entra de manera activa en la vida del reino con sesenta años. Esa edad era la de un anciano en la época que Isabel la Católica le llamó para ejercer como Confesor real. ¿Qué vieron Isabel y los que le aconsejaron en este hombre, sobre cuyos hombros irían dejando cada vez más y mayores responsabilidades?
Repasando su biografía, recordemos que nuestro personaje nación Gonzalo Ximénez de Cisneros en la villa de Torrelaguna en 1436. Realizó estudios en Alcalá de Henares y en Salamanca. De allí pasaría a Roma, donde fue ordenado sacerdote sin que sepamos la fecha exacta. En Roma sin duda aprendió a moverse en ambientes donde lo eclesiástico y lo político se entremezclaban, experiencia que posteriormente sin duda le fue útil.
Regresó a Castilla y al quedar vacante la sede del arciprestazgo de Uceda, fue nombrado para ocuparla. Pero esta decisión no fue del agrado del ambicioso arzobispo Carrillo, por entonces arzobispo de Toledo, que tenía otros candidatos para ocupar ese cargo. Hasta tal punto Castilla era un nido de intrigas, que Gonzalo llegó a pasar un tiempo en la cárcel como consecuencia de las intrigas e intereses del todopoderoso arzobispo. Pero otra familia de peso en Castilla, los Mendoza, intercederían por él de modo que salió de prisión y se convirtió en capellán mayor de la catedral de Sigüenza.
Sin embargo, una profunda conversión espiritual transformó a aquel que en un principio aspiraba a hacer una carrera eclesiástica, para la que había desarrollado dotes: hombre culto, bien formado, ambicioso… renunció a todo ello para ingresar en la orden de San Francisco en 1584. Esta fue la primera reforma de Cisneros, y la que permitiría todas sus posteriores: su reforma interior, el abandono de ambiciones terrenas para esperarlo todo del Cielo. Descubre que Dios le llama por caminos de contemplación, y saborea la vida eremítica, donde encuentra su verdadera vocación. Es entonces cuando cambia su nombre por el de Francisco, en honor al fundador de su orden.
1492, un año clave para Castilla y para Cisneros
Mientras tanto, suceden muchas cosas en Castilla. La guerra de sucesión terminaba en 1479 con la victoria de Isabel sobre Juana. La nueva reina, convencida de ser la legítima heredera, no promovió ni grandes castigos a sus oponentes ni fabulosas prebendas a sus partidarios. No había triunfado una facción, como tantas veces sucedió en el pasado; había triunfado la justicia. Una vez asentada en el trono, Isabel, con el pleno apoyo de su esposo Fernando, ya rey de Aragón, se lanza a poner los cimientos del que será el primer estado moderno de la historia. Todo ha de supeditarse al bien del reino. Para ello es imprescindible lograr la unidad territorial, política y religiosa. Ninguno de estos elementos puede presentar fisuras en lo que respecta a la cohesión del reino. Y lograrlo pasa por culminar un proceso de reconquista que se ha alargado mucho. El 2 de enero, la simbólica entrega de las llaves de Granada termina con la presencia de un reino islámico en la península. Meses después, viendo el daño que el mal ejemplo de los judíos puede dar a los auténticos conversos, los reyes toman una de las decisiones más controvertidas de su reinado y firman el decreto que conmina a la conversión o al abandono de sus reinos de los judíos.
Y es este año el momento en que Cisneros entra por la puerta grande de la Historia, como consecuencia de una serie de sucesos. Tras la caída de Granada, la reina quiere que sea alguien de su plena confianza quien ocupe la sede episcopal. Y para ello no duda en desprenderse de fray Hernando de Talavera, hasta entonces confesor real. Y comienza a buscar alguien que le sustituya. Tiene claro que su confesor ha de ser hombre piadoso, sin ambiciones políticas, y poco amigo de las intrigas. Entonces, con ayuda del Cardenal Mendoza, busca entre los frailes de cogulla al más indicado. Y es entonces cuando Mendoza le recomienda a Cisneros. Obedece el fraile a la decisión real, que contra sus deseos le aparta de su vida contemplativa. Y a partir de entonces, se produce una plena sintonía entre los deseos de la reina Isabel y la entrega de Cisneros a la causa monárquica.
Con una edad que ronda los sesenta años, y frente a cualquier previsión, Francisco Ximénez de Cisneros vivirá otros veinte intensos años al servicio de Dios y de la Monarquía Católica. Por dos veces fue gobernador de Castilla, la primera tras la muerte de Felipe el Hermoso. En esta ocasión siguiendo su máxima de que el bien del pueblo está por encima de todo, incluso del soberano, hará todo lo posible para que, pese a los deseos de Juana I, su padre Fernando sea regente de Castilla hasta la mayoría de edad del príncipe Carlos. Y la segunda ocasión en que ocupa este puesto, tras la muerte de Fernando en 1516, su máxima preocupación va a ser conservar el legado político y religioso dejado por los Reyes Católicos y que recogerá el joven Carlos, educado en tierra extraña y con costumbres muy diferentes a las de Castilla o Aragón.
Reformador religioso y cultural
Entre los encargos que la reina hace al fraile, comienza la reforma de su orden franciscana, pues es nombrado provincial de la misma en castilla. Viendo los buenos resultados, le será encomendada una tarea de mayor alcance y necesaria para el nuevo Estado. Hay que promover una reforma religiosa desde arriba. Y dicha reforma debe afectar a la formación intelectual y a la vida moral tanto del clero secular como de los miembros de las órdenes religiosas.
El empeño es fuerte, y los resultados buenos. Dentro de la preocupación por la formación del clero, Cisneros pone en macha la que será su gran obra: la Universidad de Alcalá, entendida como una “ciudad del saber”. Para entonces, había muerto e Cardenal Mendoza y nuevamente Cisneros se ve sorprendido por un nuevo nombramiento: en 1495 se convierte en arzobispo de Toledo, primado de España. La villa de Alcalá pertenecía a esta sede episcopal, y Cisneros había pasado parte de sus estudios en ella, así que la conocía bien.
Aunque el fin fundamental de la Universidad sea la preparación intelectual del Clero, son muchos los jóvenes que pasarán pos sus aulas. Y en su labor de mecenazgo, el que ya es Cardenal desde 1507, pondrá n marcha un sistema de becas para que nadie que tenga interés en formarse y cursar estudios universitarios deje de hacerlo por falta de recursos económicos.
Otro fruto no menos importante, y el más querido pro Cisneros fue la realización en Alcalá de la Biblia Políglota Complutense. Cisneros veía con claridad la centralidad de la Sagrada Escritura en la formación y en la vida cristiana. Por este motivo entiende que es fundamental contar con una buena versión para el estudio. Además, esta versión llevará en distintas columnas los textos originales. Aquí hemos de señalar el carácter progresista del Cardenal, que muchos no han sabido reconocer. En una sociedad en la que los conversos aún no eran vistos con buenos ojos, decide que nadie mejor que los propios hebreos podrán escribir la versión hebrea del texto, que acompaña a los textos en latín, arameo y griego. El trabajo se inició en 1502 y culminó en 1517. Cuentan que Cisneros al recibir noticias de su terminación, dijo que ya había competido su vida. Efectivamente, muy poco después fallecía, el 8 de noviembre de 1517, cuando se dirigía a recibir al nuevo rey, Carlos I.