Veo, con reposante complacencia en estos albores del mes de Agosto, que el caos político y el desgarro nacional no ocupan el pleno de los artículos y editoriales de la prensa diaria, como es habitual en los últimos tiempos. Es una tregua en la guerra desencadenada por el Sr. Sánchez desde que logró alcanzar la Presidencia del Gobierno. Lógico, es la época del descanso, olvidando -aunque sólo sea por unos días-los problemas personales que agobian al hombre moderno y de los muy trascendentes que acosan a España. Ello me lleva a recordar un comentario que le oí a mi padre, sobre los primeros días de aquel Julio crucial de 1936. Decía, con no poca sorpresa, que los cafés, los restaurantes, los teatros, las salas de fiestas estaban llenos, a pesar de que estaba claro que vivíamos sobre un polvorín que irremediablemente tenía que explotar.
Entre estos días y aquellos, a pesar de tener en común el que España corre un serio peligro, vivimos una situación radicalmente distinta. La pobreza e injusticia social que sufría entonces la clase trabajadora, hoy superada, fue la que, vilmente manejada por socialistas de la época admiradores de la URSS, dio lugar a una violencia no concebible hoy en día, y ahí radica, a mi entender, la diferencia entre aquellos tiempos y estos. Dicho lo cual, no deja de ser triste, penoso y muy preocupante, el saber que pasados estos días de atemperada calma política, el presidente del gobierno reanudará la vergonzosa labor de destruir España al máximo de sus posibilidades, al ser éste su deseo y su compromiso con los socios que le han aupado al poder. El Sr. Sánchez, en sus dos meses de Presidente ha confirmado lo que presagiaba la mayoría del pueblo español.
En primer lugar la ostentosa satisfacción de aposentarse con doña Begoña, (a la que, sin pérdida de tiempo, acaban de nombrar “Reina de África”), en el palacio de La Moncloa y todo lo que eso lleva consigo para unos parvenus, como es pedir cambio de mobiliario y decoración. Añádanse viajes en Falcon, sesiones fotográficas con postureo-estreno de gafas de sol, etc.; la creación de cuatro nuevos ministerios, la soltura y generosidad en el nombramiento de múltiples asesores, cargos públicos, etc. (cumpliendo con los numerosos compromisos contraídos y ocupando los centros de poder) lo que lleva a cabo con soltura y generosidad; el incremento sin control del gasto público…
En fin, el saciar su vanidad disfrutando del placer que produce el derroche con pólvora ajena, y tranquilo en su despilfarro al no ser con “el dinero de nadie”.
Otros cantares no tan satisfactorios son con los que se enfrenta el artífice y capitán de tanto desmadre, sin pretender ser exhaustivo:
-El problema catalán: traición, entreguismo, vergüenza, humillación y desprestigio internacional. Por supuesto sin mención alguna al Juez Llarena. Rotundo fracaso.
-El problema migratorio: Alarde de buenismo y más postureo (Aquarius, política de brazos abiertos, papeles para todos, eliminación de concertinas) y rectificación total en cuestión de semanas. Ni mención a la Guardia Civil ni a Cáritas. Rotundo fracaso.
-El tema presupuestario y fiscal. Rechazo a todas las propuestas del gobierno.
-Regresión económica y obstaculización a la inversión extranjera. Rotundo fracaso.
-La exhumación de los restos del Generalísimo Francisco Franco y la Nueva Ley de Memoria Histórica. Sin comentarios. Rotundo fracaso.
Podría seguir enumerando manifestaciones y actuaciones del Sr. Sánchez y de su equipo, todas marcadas, bien por su carácter destructivo, bien por su odio incontrolado, pero prefiero sacar una conclusión, dado que existen españoles que aplauden la gestión del Sr. Sanchez. Todo ello nos lleva, una vez más, a ese error que, en mi opinión, es creer en la existencia de las dos Españas. Lo que existe es una España, y lo otro no es más que la anti España.