La facilidad con la que hoy se manejan las voluntades de poblaciones enormes es tan sorprendente como entendible —hasta cierto punto—, dada la capacidad superlativa de la que disponen las «élites» que mueven los hilos del mundo. Esos presupuestos ilimitados, y digo bien, ilimitados, puesto que los capitales multimillonarios de quienes perversamente manejan estos hilos circulan a altas velocidades por los circuitos electrónicos de las entidades bancarias, que ellos mismos controlan. El 95% del dinero que posee la ciudadanía mundial no es más que apuntes bancarios en la etérea informática.
Grandes emporios financieros, participados por clanes familiares de sobra conocidos —tres destacan sobremanera por su longeva existencia y sus inicuas responsabilidades: Rothschild, Rockefeller y Morgan—, asentados en los Estados Unidos de Norteamérica en su mayoría, todos masones e importantísimos miembros del Club Bilderberg, parecen coincidir en alcanzar el dominio de la voluntad de la humanidad, al menos de aquella que habita occidente, y muy particularmente la tan acomplejada europea, en porcentaje muy elevado pusilánime y compradora del mensaje único implantado que dinamita los pilares de nuestra civilización: aborto a la carta; eugenesia; pandemias fabricadas; calentamientos del globo terráqueo a manos del hombre, etcétera. Uno de los objetivos inconfesables, pero confesados sin pudor, es la aniquilación de, al menos, el 15% de la población, en los próximos años; mejor antes que tarde. Ellos se sienten habitantes de otra dimensión.
Sonará a chino o a arameo mis afirmaciones a muchos de los lectores de estos párrafos. Lo cierto es que le sonaría a chino a la mayor parte de la población, independientemente de si se tiene formación universitaria, se es bombero, panadero o un reputado supuesto intelectual (tendríamos que definir bien el término). Una parte notable —y preocupante— de la población sólo se informa a través de los medios de comunicación de masas, especialmente televisiones, que mantienen en general ese mensaje único, una realidad oficial, sobre cuestiones tales como el llamado cambio climático o calentamiento global, consecuencia de la perniciosa mano del hombre, que lleva la Tierra a su destrucción; así como la supuesta pandemia mundial provocada por la expansión del virus SARS-CoV-2, que aglutina un mismo mensaje único, divulgado como ningún otro por medios de comunicación de masas (nunca mejor dicho), gentes de la farándula, la intelectualidad, creadores de opinión y gobernantes de todos los órdenes, además de todo dirigente de cualquier institución supranacional aferrado a su cargo tan bien remunerado. Se difunde un mensaje permanente de terror, de catástrofe climática o sanitaria, con el objeto de atemorizar a la población, acojonarla hasta tal punto que la gente salga a la calle desierta a tirar la basura con la mascarilla apretada de la nuez hasta las cejas.
En esta etapa histórica que nos ha tocado vivir, por si fuera poco, ha desembarcado, con todo su poderío, un nuevo elemento que favorece el establecimiento del «mensaje único», de la verdad establecida a golpe de adoctrinamiento multitudinario de la población: las grandes tecnológicas que controlan Internet y sus llamadas redes sociales y diversidad de plataformas de publicación audiovisual, tales como Microsoft, Google, Amazon, YouTube, Instagram, Facebook, Twitter, etcétera. Sus propietarios, bien conocidos, Bill Gates, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, entre otros, todos multimillonarios, todos carente de escrúpulos, todos abrazados al lado oscuro, se han unido a los todopoderosos iniciadores del horripilante proyecto Agenda 2030, que establecerá las bases legales, económicas e ideológicas que subyugará a la ciudadanía —al menos occidental— al Nuevo Orden Mundial: el asesino de nuestra libertad individual en todos los sentidos.
Este es el panorama: millones de espectadores atrapados —cada vez más horas, porque el invento se hizo para ello— en sus salones, ante la pantalla adoctrinadora, a través del cine, series (aquí actúan, como la heroína, Netflix, Amazon Prime Video, entre otros), informativos, tertulias, debates, y un largo etcétera de oferta audiovisual que controlan los mismos —en inmenso porcentaje— que inoculan cada día el mensaje único que trata de llevarnos hacia el Nuevo Orden Mundial, insisto, la muerte de la libertad en Occidente. Sumemos la presencia ante los móviles y ordenadores, en sus redes, donde todo aquel defensor —instituciones, ministerios, etc., incluidos— del mensaje único: «Todos a vacunarse contra el covid»; «Bendita vacuna salvadora»; «Malvados negacionistas»; y más y más y más pendejadas que dirían por hispanas tierras a la otra orilla del Atlántico, tienen lubricado el camino para su difusión. No así quienes alertamos de la gran farsa; quienes defendemos, por ejemplo, la libertad de decidir si nos inoculamos o no un brebaje no experimentado, cuyas consecuencias sobre nuestra vida y salud son, como poco, inciertas; pero muy ciertas las fatales consecuencias de inocularse este brebaje, medicamento transgénico, que ya sostienen miles de científicos que son ignorados por los medios, censurados en las redes y vilipendiados por los gobiernos e instituciones de toda índole, empezando por los colegios médicos, infladitos a cheques de farmacéuticas. Porque sabrás que cualquier publicación que exprese contrariedad sobre el mensaje único establecido es censurada, cuando no cerrada la cuenta del titular, en cualquier plataforma digital propiedad de los poderosos abrazados al lado oscuro.
Seguimos con el turbio (o cristalino, según se mire) panorama: Entre tanto, y desde un principio, los mandatarios de los estados y gobiernos de medio mundo (Biden, Macron, Merkel, Sánchez, valgan como nefasta muestra), se han vendido —alma incluida a Lucifer, más de uno y de dos— a los poderosos manejadores de los hilos del mundo, con la complacencia y complicidad —en beneficio propio, por supuesto— de la China comunista, el más tiránico régimen del planeta, por ahora. El Foro Económico Mundial, Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, la Comunidad Europea y tantas otras instituciones supranacionales, todos al servicio de los urdidores de la Agenda 2030, legislan y operan a favor de los intereses de sus amos; acorralando cada día más la libertad de los ciudadanos, empezando por la soberanía de los pueblos, a favor de un gran Estado, un Estado Único europeo, como poco, para hacer boca, por el que trabaja enconadamente desde hace décadas George Soros, brazo ejecutor de los de más arriba.
Y los hay, mayoritariamente, ciudadanos abducidos por tan demoledor adoctrinamiento, que niegan (o no quieren ver) tales evidencias sobre las intenciones de las élites del lado oscuro: «En 2030 no tendrás nada y serás feliz», una de las conclusiones publicadas por el Foro Económico Mundial tras el encuentro en Davos en enero de 2021. Para empezar pretenden aniquilar nuestro derecho a la propiedad; ¿qué te parece? ¡El gran reinicio!
Usted, amable lector de estas líneas, si aún cree que lo que aquí afirmo es solo conspiranoia, aunque sea reincidir, piense en esto: los clanes familiares más poderosos del mundo, así como grandes corporaciones, todos abiertamente defensoras de la Agenda 2030 —de la inoculación masiva de la población (con coacción incluida); de las reclusiones masivas en aras del acojonamiento poblacional, con el consiguiente jaque a la economía de las clases medias occidentales y mayor empobrecimiento de nuestros pueblos; de la nueva ideología climática, salvadora del planeta que el malvado hombre está destruyendo—, todos ellos participan y controlan los dos más grandes fondos de inversión del mundo, BlackRock Inc. y Vanguard Group, que entre ambos manejan 17’2 billones de euros, siendo hoy la tercera potencia después de EE.UU. y China, y camino de ser la primera. Son poseedores de los mayores paquetes de acciones de los más importantes bancos, farmacéuticas (incluidas las fabricantes de las “vacunas” anti covid), medios de comunicación, empresas energéticas, sólo para empezar. Este emporio financiero es manejado por quienes han urdido la Agenda 2030, la puerta de acceso al Nuevo Orden Mundial, donde no tendrás nada y serás feliz; donde comerás filetes de vete tú a saber qué porquería sintética o de hierbas transgénicas, que te venderá Bill Gates o sus herederos; donde no dispondrás de dinero en efectivo, sino del que te permita el Nuevo Orden disponer, en función de tu buen comportamiento —genuflexo con el Poder—, tal como hoy sucede en China, donde mil millones de cámaras urbanas vigilan a sus habitantes.
Sólo pretendo (y nada menos) con este artículo, aportar a los lectores de esta publicación (que aún acepten como bueno el mensaje oficial; que lo consideren como el único posible), un conjunto de datos y unas reflexiones que le ayuden a pensar más allá de lo que dicen los medios y gobernantes. Más allá de la visión que el temor apropiadamente inducido les deje abrir los ojos. No hace mucho escribí en las redes lo que sigue entrecomillado:
«Muy, pero que muy lamentablemente compruebo que la ciudadanía española, en relación a la europea, es la que en mayor porcentaje carece de espíritu crítico, de capacidad de deducción y de auto-protección ante la más que evidente brutal ofensiva del mensaje único. Por el contrario, muchos de aquellos que dudan de la farsa delincuencial, ante la dificultad anímica que conlleva enfrentarse a la masa adoctrinada, se une a ella, incluso arrogándose una autoridad moral sobre los que defienden (defendemos) su criterio contrario al dominante. Hasta tal punto, en demasiadas ocasiones, que señalan, condenan, vituperan a quienes mantienen (mantenemos) sus principios en defensa de la libertad de decidir [sobre inocularnos o no un medicamento transgénico, por ejemplo], apoyándose los primeros, cobardemente, en el poder del Estado o de la autoridad en según qué casos».
Si amas tu libertad y tu identidad (y la de tus hijos y nietos); tu vida e integridad física, y aún sigues anclado al mensaje único establecido, al menos reflexiona sobre lo aquí expuesto.
Solo, digo que como las personas, sobretodo las generaciones de 20,30,años no se quiten la venda mal lo llevan en un futuro no muy lejano. A mi me enseñaron que el río que suena es que agua lleva, y con tanta información que se nos está dando no entiendo a qué esperan, a qué ya no haya solución que lastima. No obstante le ruego a dios mis descendientes no lo vivan porque por ahora están encontrá de todo esto y como dicen somos negacionistas yo ya soy mayor pero hago lo que puedo diciendo lo que pienso y siento sin miedo alguno.. Un saludo, y mucha suerte para todos y que dios nos proteja.
Felicidades por este lúcido artículo