La hélice del crucero Canarias
Patrimonio Histórico-Monumental.del Puerto-Ciudad de Santa Cruz de Tenerife
A la entrada del Muelle Norte de Santa Cruz de Santiago de Tenerife, se halla expuesta una de las cuatro hélices que propulsaron al histórico crucero Canarias. Junto a ella reza una placa: «El crucero Canarias, considerado por la Armada española como su buque más famoso del siglo XX, fue botado en los astilleros de El Ferrol el 28 de mayo de 1931. Navegó 700.000 millas y participó en 52 acciones de guerra.
De 104 m. de eslora, 10,5 de manga, y 6,5 de calado. Iba armado con 8 cañones de 203 mm, 8 cañones de 127 mm, y una defensa antiaérea de 20 piezas.
En el puerto de Santa Cruz de Tenerife hizo nueve escalas, la última el 21 de junio de 1974.
La hélice, fabricada de una aleación de bronce y aluminio, fue donada a esta ciudad el 16 de enero de 1980, porque aquí se le entregó, por sufragada por suscripción popular, la bandera de combate el 5 de mayo de 1940».
A los pies del texto figuran los emblemas del Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife; el de Puertos de Tenerife, Autoridad Portuaria de S. C. de Tenerife; y el de la Tertulia Amigos del 25 de Julio. Esta placa se colocó años después de situada la hélice donde hoy está, en 2008, siendo alcalde de Santa Cruz Miguel Zerolo Aguilar y presidente de Puertos de Tenerife Pedro Rodríguez Zaragoza.
En el pleno del Cabildo de Tenerife celebrado el 30 de Abril de 2021, Sí Podemos Canarias propuso la retirada de la hélice del Crucero Canarias, aduciendo al artículo 15 de la Ley de Memoria Histórica, puesto que según este partido que «se mantenga una hélice en el espacio público de Santa Cruz como conmemoración a un buque de guerra que se utilizó para bombardear a miles de civiles que se encontraban refugiados entre Málaga y Almería en 1937, no es compatible con los principios y con los mandatos de las leyes estatal y autonómica Canaria». La propuesta se aprobó con los votos a favor de Sí Podemos, PSOE y PP, en contra de Ciudadanos y la abstención de Coalición Canaria.
¡Arderéis como en el 36!
Una vez más, la extrema izquierda comunista y la extrema izquierda socialista —secundadas por la cobarde derecha—, se alían en su propósito de enfrentar a la sociedad, amparándose en una ley que interpretan según les convenga. Detrás de esta iniciativa, como en tantas otras similares, no hay más que la incapacidad enfermiza de dejar de mirar atrás, como sí se hizo en 1978. No importa a la izquierda, enfrascada de continuo en el revanchismo, las víctimas ni del bando frente populista ni del bando nacional. Porque todo es una impostura. La extrema izquierda populista vive y se revuelca en el fango de la impostura. Aquellos frente-populistas, socialistas, comunistas y anarquistas, que acabaron con la Segunda República, conduciendo a España a un caos insoportable, desordenes y cientos de huelgas generales; aquellos que incendiaron iglesias y conventos católicos, que perpetraron una persecución criminal a la Iglesia católica que llevó al martirio y la muerte ya desde 1934 hasta el fin de la Guerra Civil española a 13 obispos, 4.184 sacerdotes seculares, 2.365 frailes y 283 monjas, aquellos son el referente de los que hoy gritan ¡arderéis como en el 36!, y luego reclaman la retirada de placas en recuerdo de combatientes de Cuba y defensores de Monteleón el Dos de Mayo. La criminal persecución a la Iglesia católica, los 5.000 asesinados en Paracuellos del Jarama (300 niños entre ellos), las torturados y cuarteados vivos en las checas por milicianos frente-populistas, de estos no se ocupan los subvencionados abrazados a la ley de Memoria Histórica de Rodríguez Zapatero.
Hablemos del crucero Canarias, que vendrá bien al lector para valorar la intención de la propuesta de la extrema izquierda.
En real decreto de fecha 9 de julio de 1926, se autorizó el crédito para la construcción de tres cruceros de clase 10.000 (alusivo a sus 10.000 toneladas), también conocidos como de clase Washington, durante el gobierno del general Primo de Rivero, siendo ministro de Marina Honorio Cornejo y Carvajal. Finalmente sólo se construyeron dos, el Canarias y el Baleares, los mejores buques de su clase por entonces, tanto por su poder de fuego como por la velocidad máxima que podían alcanzar, nada menos que 33 nudos. Con el presupuesto destinado para el tercero, se construyeron cinco destructores de la clase Almirante Antequera.
Su botadura tuvo lugar el 26 de mayo de 1931, ya en la Segunda República, durante el Primer Gobierno Provisional presidido por Niceto Alcalá Zamora (abril-octubre de 1931), siendo el ministro de Marina Santiago Casares Quiroga. Cuenta José María Barceló-Fortuny, en su libro Historia y estela del crucero Canarias (Almena Ediciones 2004), que la expectación ante la botadura de tan majestuoso y moderno buque de guerra fue extraordinaria y reproduce una “breve y curiosa” reseña del momento: «La salida de grada del Canarias y su entrada en el mar resultó emocionante, sugestiva, sublime. Descubriéndose las cabezas y todos los labios dieron salida a los vítores de Viva España, la República, la Marina y la Construcción Naval. Las sirenas de los barcos saludaban desde la bahía. El gentío, minutos después del lanzamiento seguía clavado en sus puestos, fijo en el casco del Canarias, cual si se sintiese sugestionado ante la majestuosidad soberbia del acto que acababa de presenciar. La botadura efectuóse en presencia del recién nombrado ministro de Marina, Santiago Casares Quiroga, y fue madrina su esposa, Gloria Pérez, a quienes acompañaban en la tribuna presidencial Juan Antonio Suances, director de la factoría y otras autoridades, como el capitán general del Departamento, jefe de la Escuadra, gobernador civil de La Coruña y el alcalde de Ferrol.»
Alude Sí Podemos Canarias a la deplorable, por sectaria e irracional, ley de Memoria Histórica. Hablemos pues de memoria histórica.
Días después del asesinato del líder de la derecha española José Calvo Sotelo, a manos de activistas socialistas y guardias de asalto de la escolta de Indalecio Prieto, (encabezados por el capitán de la Guardia Civil Fernando Contés, estrecho colaborador y amigo personal de la socialista Margarita Nelken, aquella que se negó a conceder el derecho del voto a las mujeres), media España se alzó, por pura cuestión de defensa propia, contra el Frente Popular que había acabado con la Segunda República y había llevado a la Nación a la debacle. Es entonces, acercándonos a la historia del crucero Canarias, cuando se dan uno de los hechos más terribles de los anales de la Armada española.
Entre el 31 de julio y el 7 de agosto de 1936, fueron asesinados 340 mandos de la Armada, entre almirantes, jefes, oficiales y auxiliares, en los cruceros Miguel de Cervantes y Libertad, en el acorazado Jaime I, en el destructor Almirante Valdés, en el buque-prisión España número 3, entre otros buques, asimismo en la prisión de Málaga y en la Fortaleza de La Mola, en Mahón. Los mandos fueron detenidos y encerrados, y a lo largo de los días posteriores asesinados a tiros y arrojados al mar, en algunos casos aún vivos.
Escribe Hermenegildo Franco Castañón, en su libro Por el camino de la revolución. La Marina españolo, Alfonso XIII y la Segunda República (La Unión Libros 2004), que aquella acción criminal de parte de la marinería les fue inducida al estar ésta «en contacto con el mundo sindical y obrero de los astilleros y talleres de las bases navales, el nutrirse la marinería de reemplazo de la Inscripción Marítima, gente que normalmente se movía y trabajaba en el mismo ambiente (…). Al mismo tiempo, los trabajos de la masonería y de los partidos de izquierda, como socialistas, comunistas y anarquistas, minarán su cohesión [entre la marinería y sus mandos] y serán determinantes en muchos casos».
No se dieron aquellas muertes consecuencia de actos de guerra, fueron asesinados los mandos de la Armada a sangre fría, motivados sus autores por una inquina inducida a la marinería hacia sus mandos, desde el mismo instante en que se proclamó la Segunda República y las fuerzas políticas pro-soviéticas empezaron a actuar. Tal fue así, que la falta de disciplina de cabos y marineros, a sabiendas del consentimiento de la autoridad política, hicieron con frecuencia insostenibles la relación de los oficiales con la marinería. La UMRA (Unión Militar Republicana Antifascista), infiltrada en la Armada y el Ejército supo hacer su envenenada labor. Los crímenes se llevaron a cabo sin que muchos de los oficiales hubieren manifestado sus intenciones en cuanto al Alzamiento; en su mayoría, de éste no supieron hasta el mismo 18 de julio de 1936.
El Frente Popular contó con 45 buques de guerra, con 29 el bando Nacional, que mantuvo su oficialidad, no así el primero, puesto que habían acabado con ellos, en gran parte, facilitando los éxitos en combate de los buques nacionales, entre los que destacó sobremanera el crucero Canarias.
El pueblo tinerfeño y el crucero Canarias.
Finalizada la guerra, el domingo 5 de mayo de 1940, en el transcurso de un solemne acto, el pueblo tinerfeño entregó al crucero Canarias la Bandera de Combate. Narra José María Barceló-Fortuny, en Historia y estela del crucero Canarias que el buque llegó al puerto de Santa Cruz de Tenerife acompañado por los cruceros Almirante Cervera y Navarra, y los destructores Ulloa, Císcar, Gravina y Almirante Antequera. El Canarias atracó a la altura del monumento a la Virgen de la Candelaria, patrona del Archipiélago, donde aguardaban cientos de tinerfeños. La bandera, de grandes dimensiones, cuyo escudo diseñó Francisco Borges, fue confeccionada por «expertas bordadoras del Valle de La Orotava», invirtiendo en tan delicado trabajo casi año y medio. La Bandera de Combate, informa Barceló-Fortuny, fue sufragada en parte por suscripción popular y en parte por donativos de instituciones públicas y privadas. Las autoridades tinerfeñas ofrecieron una cena a la oficialidad de los buques en el Real Casino de Tenerife, en cuyos bajos había sido expuesta la Bandera durante los días previos a su entrega.
También escribió sobre el acontecimiento José Manuel Ledesma Alonso, actual cronista oficial de la capital tinerfeña, en artículo publicado en EL Día/La Prensa, el 3 de septiembre de 2011, titulado La hélice del crucero Canarias (Patrimonio Histórico-Monumental… – 4) —cuarta entrega de su magnífica serie Patrimonio Histórico Monumental del Puerto-Ciudad de Santa Cruz de Tenerife, del que es gran conocedor Ledesma—: «La recaudación necesaria para sufragar el presupuesto de la Bandera se obtuvo por suscripción popular, mediante la venta de boletos de 25 céntimos cada uno. El dibujo del escudo, hecho por Francisco Borges, fue bordado en un taller de La Orotava por doce señoritas bajo la dirección de Carmen Padrón (…). Los oficiales de la flota fueron recibidos en la Capitanía General y el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife les ofreció una cena de gala en el Casino. Al día siguiente, nuestras autoridades fueron agasajadas con un almuerzo a bordo del crucero Canarias; a los postres, el secretario de la Asociación de Amigos del Puerto, Cándido Luís García Sanjuán, le entregó una placa de oro y plata en homenaje a su trayectoria naval (…).
El acto más emotivo fue el celebrado en la plaza de La Candelaria, el domingo 5 de mayo. A los pies del monumento a la Virgen de Candelaria se levantó un altar, presidido por la Virgen del Carmen, donde el obispo de la Diócesis, Fray Albino Menéndez y Reigada, celebró una misa de campaña para bendecir la bandera de combate que se encontraba colocada delante del altar.
Al acto asistieron todas las autoridades civiles y militares y gran cantidad de público. Los balcones y ventanas de los edificios de la plaza de La Candelaria, adornados para la ocasión, se encontraban repletos de gente, mientras que todos los barcos atracados a los muelles aparecían engalanados con sus empavesadas. Al finalizar la misa, las dotaciones de la Escuadra Naval, que habían permanecido formadas en la plaza de España, realizaron un brillante desfile.»
Reproduzco parte señalada del artículo de Ledesma para que el lector tenga conocimiento detallado de aquel solemne acto, una prueba más de la estrecho relación entre el pueblo tinerfeño y nuestra Armada. Como lo fue, décadas después, el gesto del presidente del Cabildo de Tenerife, Adán Martín, saludando a los lectores del magnífico libro Canarias y la Armada española del historiador Juan Carlos Díaz Lorenzo. En el saludo incluido en el libro, editado por el Aula de Cultura del Cabildo de Tenerife en 1995, su presidente afirmaba: «Hace casi 55 años que el Cabildo Insular de Tenerife hacía solemne entrega de la Bandera de Combate al Crucero “Canarias”, uno de los buques más notables de la reciente historia de la Armada Española, que vio concluidos sus días hace dos décadas.» Cerraba el saludo, refiriéndose a la edición del libro: «Con esta pequeña contribución al conocimiento de la historia y del futuro de nuestra Armada queremos homenajear a cuantos hombres han servido en ella a su país, garantizando la seguridad de nuestras aguas y comunicaciones. Con mi más cordial saludo. Adán Martín Menis.», fechado el 24 de marzo de 1995. Razón tenía Martín.
El crucero Canarias tuvo una vida dilatada al servicio de España, hasta que se dio de baja el 17 de diciembre de 1975. Veamos un breve repaso de las acciones más destacadas, que cuenta José María Barceló-Fortuny en su libro. El 27 de mayo de 1941, en plena Segunda Guerra mundial, el Canarias partió del puerto de Ferrol, acompañado del destructor Gravina, atendiendo a la solicitud de ayuda humanitaria realizada por el Estado Mayor alemán, dado el inminente hundimiento del acorazado Bismark. Debido a gran temporal, el Gravina tuvo que regresar a puerto, mientras que el Canarias, reducida la velocidad, alcanzó el 29 por la tarde el lugar donde algunos buques británico recogía a los supervivientes del acorazado hundido.
El 7 de diciembre de 1957, en el transcurso de la guerra de Sidi Ifni, la flota compuesta por los cruceros Canarias y Méndez Núñez y los destructores Gravina, Escaño, Churruca, Almirante Miranda, y José Luis Díez, se presentó frente a la ciudad de Agadir, con el fin de intimidar al incipiente gobierno de Marruecos. Estando la flota en zafarrancho de combate, apuntando los cañones al puerto, en éste se introdujo el Canarias, moviendo las torretas en dirección a objetivos estratégicos. No se hizo fuego. Pero la misión fue cumplida.
Cuando el 21 de enero de 1961 el trasatlántico portugués Santa María, fue secuestrado con 350 tripulantes y 586 pasajeros a bordo, en mitad del Atlántico, fue el Canarias el buque español que participó en su búsqueda, junto con varios barcos norteamericanos y británicos, dado que gran parte de los pasajeros, 233, eran españoles.
En representación del Gobierno de España en la boda de don Juan Carlos y doña Sofía, en Atenas el 14 de mayo de 1962, viajó hasta la capital griega el almirante Felipe José Abárzuza y Oliva, ministro de Marina, y lo hizo en el crucero Canarias, cuya dotación participó en los actos del enlace real.
Del 9 de marzo al 5 de abril de 1969, durante la evacuación de las tropas y civiles que aún permanecían en Fernando Poo, recientemente alcanzada la independencia la antigua provincia española de Guinea Ecuatorial, fue el Canarias a quien se encomendó la protección de las vidas de nuestros compatriotas en el proceso de embarque en los transportes de ataque Castilla y Aragón, a quienes acompañaba el petrolero Teide y la moto-nave de la compañía Trasmediterránea Ernesto Anastasio, que se ocupó de los traslados de tierra a los buques y entre estos. Fue aquella una acción silenciosa, perfectamente programada, en la que desde tierra no se vio al crucero, narra Barceló-Fortuny: «Desde el 9 de marzo hasta el 5 del mes siguiente se mantendría en situación de espera, dando vueltas alrededor de Fernando Poo o permaneciendo al pairo.»
Fueron muchas otras las acciones del crucero Canarias, estas quizá las más significativas en sus últimos años de navegación. Lo cierto es que la hélice que hoy adorna la entrada al muelle norte de Santa Cruz es un objeto valioso que forma parte de la historia de nuestra navegación, de la historia de nuestra Armada, que es la historia de España. La relación de afecto y consideración del pueblo de Tenerife con el Canarias fue un hecho y sigue siéndolo, al menos entre los que respetamos y nos empeñamos en defender nuestro patrimonio histórico —como es el caso— y artístico, porque no es sólo nuestro y será de nuestros hijos y nietos, también lo fue de nuestros abuelos. La hélice del crucero Canarias está recordando, homenajeando, a los marinos españoles que a lo largo de los siglos dieron la vida por España y hoy siguen custodiando nuestras costas y la seguridad de los españoles.
