Comentan en las Cancillerías europeas y forma parte de los cenáculos políticos de la clase dirigente nacional e internacional, el modo de conducirse, a golpe de ocurrencia televisiva, del nuevo Presidente del Gobierno español. Llegado con prisas a la presidencia, ya visualizan la certeza de agravarse los problemas existentes, de crearse otros nuevos, dónde no los había, y de improvisar en la toma de decisiones de la mayor trascendencia, tanto en lo referente a la unidad nacional como al progreso de sus ciudadanos, en áreas tan sensibles como el de la libertad, la justicia, el estado de derecho, o la historia, queriendo imponer un dogmatismo ideológico decimonónico, muy alejado de la realidad y de la verdad objetivable.
Nadie entiende, hoy, en Londres, Nueva York, Paris, Berlín, Países Árabes, Israel o Moscú, la prioritaria iniciativa presidencial de destruir una parte de la historia de España, su borrado y aniquilación, mediante la exhumación, como acto de fuerza ejecutiva violentando la legalidad, de los restos del anterior Jefe del Estado Francisco Franco, de un lugar sagrado, dedicado al Culto religioso, con la catalogación de Basílica Pontificia, sujeta a un Concordato y sometida a la guardia y custodia de una orden religiosa.
Menos aún, la justificación esgrimida por el Presidente Sánchez, al catalogar al régimen de Francisco Franco de “dictadura fascista” y señalar que “sería impensable en Alemania, la existencia de un mausoleo de homenaje a Hitler”. Suponían, los dirigentes europeos, americanos y asiáticos, un mejor conocimiento de la historia de nuestro presidente y un mayor rigor conceptual a la hora de expresarse. En Italia no creían posible equiparar a Franco con Mussolini, más allá de la alianza coyuntural, durante la guerra, contra el comunismo. Creían saber que el Duce había abolido la Monarquía en Italia y suponían que Franco fue el que instauró la Monarquía en España, aún vigente, como forma de estado. En Múnich no han logrado recuperarse del pasmo del símil. Se imaginaron, por unos segundos, que Hitler había ganado la guerra, que había gobernado Alemania durante cuarenta años de mayoría social, paz y progreso; que había muerto en un hospital de la Seguridad Social por el Führer creado, al sur de Baviera; que previamente y una vez limitados sus poderes, había nombrado sucesor, a título de Rey, y que éste había gobernado la nación alemana y sus lander durante treinta y cinco años, abdicando en su sucesor y bajo el mismo titulo, aún vigente. En esas condiciones claro que no se ven los alemanes, ni se han visto en los últimos 75 años. No se lo pueden imaginar y tampoco que en España, alguien pueda manipular de ese modo tan grotesco la historia. Mas doloroso resulta la equiparación para los judíos sefarditas, que reconocen en Franco a uno de los pocos lideres europeos, benefactores de su pueblo, y que les libró, en número no inferior a los cuarenta mil, de la persecución y exterminio.
No se imaginan en Paris, Londres o Moscú “resignificando” la tumba de Napoleón en Los Inválidos, o la estatua de Cromwell frente al parlamento de Londres; o los mausoleos de Lenin o Stalin en la Plaza Roja de Moscú. Porqué, entonces, florecen, en España, las flores malditas del cainismo? Puede Europa librarnos de esa tara?. No. Más bien la cultura, el conocimiento de nuestra realidad no inventada, de la historia asumida, de la verdad documentada, de la política no instrumentalizada. La barbarie no puede seguir habitando entre nosotros. La mentira como base de toda corrupción debe desterrarse de nuestras vidas. Y que la paz de los muertos, y su sacrificio, ilumine la vida y el futuro de los vivos. No podemos, queremos, ni debemos, vivir de estigmas goyescos recreados a garrotazos.
Inapropiado resulta, Sr. Presidente, su proceder. Ningún gobierno, sea democrático o no, puede desafiar las leyes promulgadas y vigentes como “un corpus” constituyente del Estado de Derecho. Ningún gobierno puede desoír y luchar contra la realidad de la historia. Ningún ser vivo, Presidente de gobierno o de una comunidad de vecinos, debe escupir sobre la tumba de los muertos, sobre la paz eterna de su naturaleza. No olvide, al intentar asaltar una tumba, las leyes naturales, jurídicas y sobre naturales que rige cualquier camposanto, y que emanan del interior de la experiencia vital y sabiduría del difunto: “Como te ves, me vi; como yo estoy, tú estarás; no ofendas a Dios que estás, muy cerca de estar aquí”.
De ahí la defensa que haremos, del Valle de los Caídos, cómo y por quien fue concebido, aunque no encontremos ningún apoyo institucional, a la intemperie, abandonados por quienes mayor gratitud le debían: Iglesia, Monarquía, Ejercito, derecha. Por ello, desde este pisoteado pueblo español, abandonado al arbitrario, despótico y desilustrado de una Presidencia anómala, hasta desde el prisma de la lógica y hábitos democráticos, nos opondremos a la profanación del cadáver del primer soldado de España, del Caudillo, de los españoles, que derrotó al comunismo, del estadista que nos devolvió la riqueza, la justicia y la paz, negada durante siglos, a los españoles, por los turnantes gobiernos y regímenes llamados democráticos. Defensa conciliadora y legionaria, pacifica y vivificadora, creativa, con la fe y la esperanza del Credo que ama a Dios y a la patria, por encima de todas las cosas.