Creo, honestamente, que no es necesario sondeo estadístico alguno para opinar, y así lo hago, que somos cientos de miles y aún varias decenas de millones de españoles, los que -apenas tres semanas antes del fatal 21 de Diciembre, designado por el Presidente Rajoy para que los separatistas catalanes apliquen en la sien de la Unidad nacional española el juego fatídico de la “ruleta rusa” electoral- nos preguntamos: “y después del 21-D, ¿qué?

Porque el 21 de Diciembre , de los votos depositados en las urnas de estas elecciones que, quiérase o no, tendrá carácter plebiscitario, puede salir cualquier disparate, pero no la solución al problema existencial de la Constitución, planteado por la Cataluña de este año 2017, como lo hiciera en 1931 y, más trágicamente, en 1934.

Pues, aunque nadie con autoridad moral y política se atreva hoy a reconocerlo públicamente, la verdad es que la raíz del verdadero problema actual en España reside en el artículo 2o de la todavía vigente Carta Magna de 1978, cuyo trigésimo noveno aniversario se conmemorará el próximo día 6), y en la nefanda aplicación que de él hicieron los sucesivos gobiernos, igual de “derechas” que de “izquierdas” o de “centro”, inhibiéndose de la progresiva deriva escisionista a que ha conducido la asunción por las autonomías de las funciones cedidas por el Estado.

Una Constitución que, por otro lado, ha sido repetidamente subvertida, como demuestran conocidas y reiteradas sentencias del Tribunal Constitucional, incluidas las más recientes que han legitimado y legalizado la aplicación del artículo 155.

Mas, volvamos al interrogante del título e intentemos una respuesta. En mi caso, creo que la contestación está implícitamente dada desde el mismo momento en que el Presidente del Gobierno convocó las elecciones del 21-D

pactadas con el mediador vasco y dejó abierta, de par en par, la concurrencia como candidatos a los mismos personajes del Parlamento y el Gobierno de la Generalidad catalana, depuestos por el artículo 155 con el gozo gubernamental del señor Rajoy.

Se discute ahora sobre quiénes serán los agraciados por los comicios, si los separatistas o los constitucionalistas. ¡qué más dará!, si ganen quienes ganen no podrán gobernar con eficacia y sin sobresaltos.

En todo caso, de una cosa sí estoy seguro: sean quienes sean los que alcancen mayoría, solo los independentistas será los más favorecidos. Porque los pocos o muchos de los secuaces que sean elegidos conseguirán cuando menos como premio a su villanía política, no solo los sustanciosos ingresos que les corresponda como parlamentarios, sino también, y esto es lo más grave: inmunidad para volver a las andadas, ¡que volverán!.

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