Siempre tuve muy en cuenta lo que el historiador Fernández Almagro nos recordaba en sus libros: Catelar, en su corto mandato republicano, tuvo al mismo tiempo tres guerras civiles en activo, que fueron la de Cuba, una de las carlistas y el Cantón de Cartagena. Luego tuvimos otra, pero ésta no fue civil, sino universal en territorio español, y en ella se pusieron en juego valores decisivos y capitales para la historia de la humanidad. Se doblegó por primera vez al comunismo y en la península ibérica se erigió un muro de principios, no de hormigones, que le vino de perlas a los aliados, a la futura OTAN y a los consiguientes cimientos de la Europa del Carbón y del Acero, aunque, eso sí, nos tildasen de nazifascistas, nos despreciasen en la ONU, nos apartasen de cualquier clase de ayuda y cobijasen a todos y cada uno de los que tuviesen algo que escupir contra España.

Ahora se han puesto en actividad febril esos otros demonios internos que siempre estuvieron silentes, pero en guardia. La vieja Veu de Catalunya de Prat de la Riba adquiere nuevos impulsos en boca de los delfines del egocentrismo catalanista, que de la teoría quieren pasar a la práctica mediante la constitución de un órgano estatal con categoría de nación. Me acuerdo al milímetro de aquellas palabras de Blas Piñar en el Congreso de los Diputados en el verano de 1979, con un calor sofocante y abrasador cayendo sobre los tejados de la Carrera de San Jerónimo: «Si la Constitución recién aprobada distingue entre regiones y nacionalidades, y estas últimas no disimulan sus fines separatistas, es muy probable, amparándose en ese principio, que un día, no tardando mucho, quieran ser nación y poner un Estado a su servicio». Hoy, 39 años después, no sólo es una realidad: es un desafío de muy difícil solución porque ha llegado a la mente envenenada del hombre, a la inteligencia fresca y pura de los críos y a la avaricia política y económica desenfrenada de los dirigentes interesados.

En estos momentos estamos ya en el periodo de revelado de esa imagen latente que va apareciendo en el papel fotográfico con lentitud pero con seguridad. Franco decía que para que se diese el ingrediente de una guerra civil hacía falta un factor decisivo: que el ejército estuviese dividido. ¿Lo está en la actualidad? Algún indicio apunta desde que supimos que el jefe absoluto y operativo de las Fuerzas Armadas con el último Gobierno socialista se abrazaba fervorosamente a los móviles de Podemos, una conjunción espúria de comunismo, pseudoseparatismo, antifascismo y antiteísmo de naftalina, feminismo contra la mujer y desgarradoras muestras de frustrado anticapitalismo. Pero cinco millones de españoles se han comprometido con estos personajes, aportando un valor a la fotografía social de España que nos pone en situación de sospechar que pueden aportar una incalculable ayuda estratégica a una parte de la contienda en ciernes… ,

Otra parte importante del tablero está en determinados medios de comunicación que mantienen una descarada simpatía agitadora por la parte rompedora de España, pero que no se mueven por intereses políticos, sino económicos, aunque, eso sí, jugando con las cosas de comer, que son sagradas. Son aquellos que engrosarán las filas alegres y confiadas de las «Trece Rosas» y luego someterán a éstas al sacrificio de la vida mientras ellos disfrutan de los placeres y deleites que proporciona el estado del bienestar, cuya demostración es palpable y actual. Y hay que añadir, por último, a cuantos han hecho posible esta debilidad manifiesta en el consentimiento de todo esto, que no sólo es Rajoy y su partido, sino aquellos jefes políticos y fundadores suyos que ofrendaban coronas de laurel, junto con Jordi Puol, a asesinos confesos como Lluis Companys en el castillo de Montjuic, escenario de sus fechorías.

Y por último quedan los españoles, de Cataluña y del resto de España, que una vez más sacarán del «procés» y del «conflicto» a esta Patria nuestra que es lo único que tenemos.los que nos hemos dedicado a trabajar y a combatir por la tierra de nuestros padres.

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