El Milagro del Agua

En la antigüedad católica se ofrecían rogativas solicitando del Altísimo su intervención para que lloviese. Pero ahora, como ni se cree ni se reza, se ha dejado canónicamente de levantar los ojos al cielo para solicitar ese bien tan necesario. Eso sí, no se pide porque sigue habiendo agua. Todos los días vamos al grifo y aparece como un vendaval, y todavía regamos, aunque con cuidado, y tenemos luz, incluso para iluminar las Navidades paganas de los ayuntamientos españoles. Y si nos quejamos tanto, ¿quién tiene la culpa de que esto sea así?
Si hoy, con las circunstancias que estamos viviendo, no hubiese habido una persona, una administración, un régimen, un mago, un profeta o un superdotado que teniendo 33 millones de habitantes hubiese pensado en cuando fuéramos 47 millones, como ahora mismo; si no hubiera alguien que estrujase el mapa de España con rabia para obtener hasta la mínima posibilidad de represar el agua; si no contáramos en la actualidad con 504 paredones -éstos sí que fueron de verdad- que almacenasen ese líquido precioso para beber, lavar, regar y producir luz, hasta para exportarla; si no hubiéramos tenido una presa como la de La Serena, la segunda de Europa, terminada en los años 80 pero comenzada y concebida mucho antes, como muchas otras en la Extremadura más extrema en sequía y secarral; si ese ser aúlico no hubiera interpretado que Madrid, una ciudad que iba a tener más de 4 millones de habitantes no hubiese dicho sin contemplaciones: «Aquí hay que construir 8 represas inmediatamente»; si todo esto no figurase en la realidad más palpable y evidente, hoy, no nos quepa la menor duda, la «oficial oficina europea», que es Bruselas, en vez de estar juzgando a Puigdemont estaría como una posesa buscando fórmulas para el verdadero rescate de España, que sería el de la sed, el hambre, la oscuridad y la miseria.
Hubo un ministro de la Transición, socialista, del primer gobierno de Felipe González, que ante una situación como la actual, pero en los años 80 del siglo pasado, dijo, sin ambages y sin complejos: «Señores, aquí vivimos de las rentas». Esas rentas fueron, tras la guerra, a partir de 1939, la construcción de 515 represas -aunque totales sólo se valoran 504-, planes de regadío convirtiendo el latifundio en minifundio en propiedad, agua por todas partes, especialmente para cultivar arroz en los campos de Badajoz y para trasvasarla hasta los huertos secos de Murcia, organización detallada de las Confederaciones hidrográficas, concentración parcelaria de tierras dispersas para agruparlas en producción y en recepción de agua, y una lista que nos daría para horas y horas de lectura y visualización.
Y un acertijo: ¿Qué persona, administración, régimen, mago, profeta o superdotado se inventó y ejecutó todo esto?