Que España vive una situación crítica, de alto riesgo, es evidente. Y al hacer esta afirmación, no se nos oculta que ninguno de los países de nuestro entorno goza de buena salud, pero sus males no son comparables con los nuestros, porque como ha dicho recientemente el General Chicharro “nos estamos jugando nuestro futuro como una nación libre, unida y cristiana”.
Pues bien, si España en 1975 era posiblemente la nación europea que ofrecía los mejores índices de estabilidad, unidad, convivencia y de progreso económico y social, ¿por qué en cuatro décadas ha sufrido esta tan peligrosa caída? El gran cambio que se produce con la muerte de Franco es pasar de un régimen autoritario a un régimen democrático. ¿Es ese el origen y la causa de la drástica transformación de España?
Yo diría que no, pero es innegable que el mal se origina a raíz de la implantación de la democracia.
La democracia no es más que un sistema político y, recordando a Agustín de Foxá, un sistema como lo es también el sistema métrico decimal, del que dijo, “por el que, que se sepa, nadie ha dado la vida”. Yo añadiría, pero además mucho más concreto y definido que aquel.
En efecto, lo que define un sistema democrático es que los miembros de las cámaras legislativas de la nación y en consecuencia sus gobernantes, son elegidos por el pueblo soberano. La democracia no es la gobernanza. La democracia carece de doctrina, de ideales, de principios, que es lo que verdaderamente, por un lado, une, y por otro, motiva a un pueblo.
“Sin embargo hay algo en las Constituciones revolucionarias que no estaba en El contrato social, y es la declaración de los derechos del hombre. Ya os dije que Rousseau no admitía que el individuo se reservase nada frente a esa voluntad soberana, a este yo soberano, constituido por la voluntad nacional. Rousseau no lo admitía; las Constituciones revolucionarias, sí. Pero era Rousseau el que tenía razón. Había de llegar, con el tiempo, el poder de las Asambleas a ser tal que, en realidad, la personalidad del hombre desapareciera, que fuera ilusorio querer alegar contra aquel poder, ninguna suerte de derechos que el individuo se hubiese reservado.” (José Antonio Primo de Rivera, Teatro Principal de Jaén, 7 de Abril de 1935)
Es así, que “Las Asambleas” nacidas de sistemas democráticos, pueden llegar incluso a convertirse en poderes inapelables, en mordaza del sentir del pueblo en la que se ha instaurado (caso de Alemania con Hitler, de Cuba, de Venezuela, de Nicaragua, de Guinea Ecuatorial, y un muy largo etcétera). España debe ser consciente del riesgo que en este sentido corre bajo el gobierno del Sr. Sánchez.
Se dice que la democracia sólo puede funcionar en los países ricos y yo me atrevería a decir que el nivel económico es condición necesaria, pero no suficiente, como es patente en muchos países; y que lo que sí se requiere para que una nación pueda vivir en democracia, es que el pueblo esté unido por lazos que nadie discute, por una serie de principios y valores que el pueblo tiene asumidos y por unas bien definidas señas de identidad (religión, tradiciones, historia, soberanía, etc.). Dicho en dos palabras, para que funcione el sistema democrático en una nación, se requiere que esta goce de un cierto nivel económico, de un consolidado sentido de la unidad y de un profundo arraigo de sus señas de identidad.
Churchill, cuando dijo su famosa frase, -esa que repiten orgullosamente con aire de superioridad sus incondicionales defensores: “la democracia es el sistema político menos malo conocido”- ciertamente pensaba, como buen inglés que era, exclusivamente en su Inglaterra, y acaso en algún otro país que le inspirara un cierto respeto; pero lo que es seguro es que no se le pasaba por la cabeza que fuera el mejor sistema político para Kenya o Ghana cuando adquirieran su independencia.
España, a la muerte de Franco, gozaba de las tres condiciones requeridas para vivir en democracia: un alto nivel económico, un pueblo unido y centenarias y bien definidas señas de identidad. Pero, al día de hoy, es una realidad palpable que esos tres pilares sobre los que se sustenta una democracia han sido, ya en democracia, concienzudamente destruidos por la Constitución y sus sucesivos gobiernos. La democracia se “vendió” de forma improvisada (1) como la panacea que solucionaba a los españoles todos los problemas (problemas que no tenían) y que se iban a alcanzar unos objetivos (objetivos que ya eran realidad y que, para mayor inri, han conseguido que se pierdan).
Como en repetidas ocasiones ha dicho el historiador Pío Moa, la democracia se planteó en España como antítesis del franquismo (2), lo que ha supuesto destruir los valores y principios que rigieron la vida del pueblo durante décadas y tratar de borrar, de hacer desaparecer, las señas de identidad de la centenaria nación española, plenamente vigentes en la España de Franco; y todo ello utilizando la mentira, arma eminentemente destructiva, eficazmente manejada por el comunismo desde sus orígenes.
Dicho lo que antecede:
En primer lugar, es de esperar que los españoles se hayan enterado de que el sistema político por el que se rige una nación (como puede ser el democrático) no es garantía de buen gobierno.
“El concepto del poder se basará no tanto en la norma legal que lo otorgue como en la credibilidad moral de quién lo ejerza”. (Antonio Garrigues-Walker, Sobre la lógica evolución de las ideas, ABC, 3 de enero de 2018).
“Los Reyes Católicos, forjadores de la Unidad e Imperialidad de España, que fue siempre democrática porque hizo hacer a los Reyes empresas que el pueblo sentía” (Unamuno, Apertura del Curso 1931-1932, a los pocos meses de estrenada la II República)
En segundo lugar, y este es tema de la mayor trascendencia, que el pueblo español sepa, llegue a ser plenamente consciente de que España únicamente puede volver a su ser, cuando reconozca su historia a la luz de la verdad (pleno reconocimiento de la figura y la obra de Franco) y rectifique en los errores derivados de una Constitución nacida de un consenso con enemigos de España (autonomías, nacionalidad…). “No se abrirá de verdad el horizonte de España mientras no haya esta decisión de restablecer el imperio de la veracidad, la exclusión de la mentira”. (Julian Marías al aludir a la guerra civil, Razón Española No 18)
Trabajemos y roguemos para conseguir que brille la VERDAD PARA QUE SE ABRA EL HORIZONTE DE ESPAÑA.
- (1) “Aquí Soros cuenta con Sánchez, que habla de la Transición, aquel pacto del miedo de los que estaban y la codicia de los que venían, como cosa de marcianos” (Ignacio Ruiz Quintano, ABC, 11.9.2018)
- (2) “¿Qué es la Transición?- se preguntó nuestro único agitador político con coraje para llevar la contraria-. Quitar criterios morales a la conducta humana por miedo al pasado franquista. (Ignacio Ruiz Quintano, ABC, 14.9.2018)